Saturday, March 21, 2015


21 - Nozarashi


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NOZARASHI
(INTEMPERIE)

* capítulo 21*





Un juego de verano
en el jardín japonés.

(a Ricardo Rodríguez Ponte, 
de cuyo apasionado trabajo 
hallarán esquirlas desperdigadas 
a lo largo de estos breves capítulos)


CAPÍTULO 21

La tarde en que Alcides me contagió la fiebre "Tanaka" viví amarrado a una piedra. 

Me pregunto ahora si fue a causa de su historia increíble. O a causa de ese pequeño de más que desde hace días siento una y otra vez en mí 



¿Cómo puede ser que no me importe esta probable estafa?. ¿Por qué evito que me salven del posible naufragio de mis ahorros?. Me cuidé de no rozar siquiera este asunto con mi psicoanalista. 

Supongamos que lograra los billetes, pocos, que me faltan. Supongamos entonces que me admitiesen en la cooperativa. ¿Por qué estoy mucho más interesado en preguntarle a mis amigos artistas sobre Damien Hirst y Takashi Murakami que en la improbable garantía que los socios de Alcides me entregarán contra desembolso?.




Adrenalina pura: según Alcides, el dichoso Hirst que metió un tiburón en formol y se hizo millonario pero artista le debe su impronta a Murakami y a su empresa Kaikai Kiki. 

- "La imposibilidad física de la muerte en la mente de alguien vivo" - me dijo, acompasando el largo título de la obra más famosa de Hirst a las palabras al ceremonial del té.



Y yo atravesé un litoral. Y desde hace días no puedo volver. Pienso en Celina y cada vez es menos "Ce". 
Pienso en Roberto y en este tiempo en el que le fui perdiendo la huella y, otra vez: todo lo que hoy me importa es ser parte del proyecto Tanaka

Aunque para eso necesite contar con las piedras del jardín japonés para amarrarme los ojos cuando toda esta locura me abisma.


El otro día, luego de ver esta foto en el libro "El imperio de los signos", tuve una corazonada que me llevó a revolver la biblioteca en busca de aquel discurso de Tokyo que Lacan produjo en su segundo viaje al Japón. Fue fascinante descubrir que el impulso tenía sus razones:

"Cada uno de estos escritos parece como los pequeños peñascos que se ven en los jardines Zen (...) Hay también cierta roca que tiene las más grandes cosas que hacer con el discurso. Algo que el discurso rastrillándola puede llegar a delimitar. Lo que yo llamaba recién lo imposible de decir, es al fin de cuentas lo que buscamos siempre decir. Se trata de no engañarse. Hay una trampa ahí. Es creer que esa roca se dirige a alguien (...) Es precisamente lo que constituye la belleza de esos jardines, es precisamente que ellos no se dirigen a nadie".

Aunque no hay mención alguna allí, ¿podía Lacan no tener esta imagen en su cabeza cuando les hablaba a los japoneses?. 

Más aún si se tiene en cuenta que meses más tarde iba a nombrar al libro de Barthes para distanciarse de su enfoque. Fue en "Lituratierra", ese texto donde torsiona lo litoral en literal (porque no es lo mismo la extrañeza por Alcides que este pequeño de más que me hace cada vez más extranjero de mí mismo). El mismo texto en el que Celina metió su tijera para mandarme su mensaje cifrado.



Pero ahora tropecé con el proyecto Tanaka

Qué maravilla saber que aquella pieza del museo de la facultad de Medicina de Tokyo está en nuestras manos. 

Si Hirst pudo, ¿por qué no podríamos nosotros dar un nuevo golpe en los mercados del arte contemporáneo?. 











(Para leer el capítulo 22, dar clic aquí)

Guillermo Cabado





Con excepción de la imagen de scanner del libro "El imperio de los signos" de Roland Barthes, el resto de las imágenes pertencen a artistas nucleados en Kaikai Kiki, la empresa fundada por Takashi Murakami: la primera pertenece a una obra de Chiho Aoshina. La segunda ("proyecto ikebana") y la última pertenecen a Rei Sato. La tercera a una obra de Aya Takano y la cuarta a una de Akane Koide.

Damien Hirst es un artista inglés que ha producido un extenso debate respecto de sus relaciones con el mercado y la validez o no de vincularlo artísticamente con Duchamp y Warhol. Su obra "La imposibilidad de la muerte en la mente de alguien vivo" es una de sus más famosas, al punto de que a pesar del tiempo transcurrido sigue abriendo la página del prolífico "niño terrible" de Leeds.

"El discurso de Tokyo" fue pronunciado por Lacan en aquella ciudad el 21/4/71. Seis meses después escribió "Lituratierra". Su imagen del jardín zen se aleja de Barthes para acercarse a Freud: en el silencio se la escucha friccionar con la célebre "roca de la castración" freudiana, hasta hacerla otra cosa.




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