Monday, January 11, 2016


ONCE VECES DE ENERO
(Capítulo 7)



A la mañana siguiente Hugo tardó en identificar por qué tenía el pecho tan apretado. Recién lo supo al consumarse el fracaso de la segunda visita de un comprador de herramientas. En el preciso instante en el que ese hombre se retiró, un tropel de caballos de oxígeno le derribó al galope los portones del plexo.

"Calidad despareja", masticó su tío, repitiendo el mismo comentario del visitante que también había irritado a Hugo. Un momento después conversaban sobre el hobby, así lo llamaba Dante, que aparentemente le robaba a Adolfo horas y horas del fin de semana y de su mujer:

- ¿Te parece que da para venderlas?

El tío lo miró sin responder, pero hubo un gesto ínfimo en el que su sobrino quiso entrever una duda

- Si algo tenía tu abuelo era mano suelta para invertir en su hobby. Valen.

- ...¿Vos estás al tanto de lo que hay en ese libro? - el tío lo miró con atención, esperando que se lo revelase - ... ¿Nunca se te dio por abrirlo y leer?

- Es un libro inutilizado con anotaciones del viejo y sus ataques de culpa. Igual hoy nadie usaría eso para llevar contabilidades

- ¿Qué culpa?

- Huguito, no rompas los huevos. Si te gusta ese libro quedátelo. No tengo ganas de hablar de mi papá. Preguntale al tuyo en tal caso




- Está bien, disculpá.... Igual, dejame hacerte una última pregunta y te juro que no te jodo más... En ese libro hay una historia de tallas que el abuelo le regalaba a tu mamá todos los años, ¿tenés idea de si la abuela pudo haberlas guardado en alguna parte?

- Nene... - entrecerró los ojos, socarrón - de las boludeces del señor Adolfo, estas herramientas son el último resto

- ¿Te parece una boludés eso?

- Tu abuelo no fue ni chicha ni limonada. Agua tibia que cada tanto tomaba temperatura por un rato. Pero con eso no cebás más que tres mates. ¿Querés estas herramientas?. Juntate unos mangos y ganalas. ¿O vos también?

- ¿Yo también qué?

Dante pegó media vuelta y antes de desaparecer se detuvo un instante justo bajo el dintel de la puerta del galpón para recordarle que dejase todo ordenado.

Hugo tomó un trozo de nogal. Hizo el intento más furioso. No sólo no le importó volver a fallar, pareció tallar el fracaso mismo. Después su reino: salir a la calle, sin rumbo, no detenerse fácil, dar con una puerta despierta. Buscarle su detalle, calzar ahí la talla una vez más errada; sacar la foto.

Y entonces lo ya sabido de lo incomprensible que a veces sucede...



Guillermo Cabado

(mañana 8 de enero, el capítulo 8)

(todas las fotos fueron tomadas entre Montevideo, principalmente, y Colonia)


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