Sunday, January 21, 2018


De "La La Land" a "Alice in the Wonderland"



SÁBADOS 17 y 24 de FEBRERO a las 18hs

TALLER de 2 ENCUENTROS 
INTRODUCIENDO EL SEMINARIO 6 DE LACAN 
("El deseo y su interpretación") 

(tomaremos algunas escenas de sendas películas como disparador para el trabajo)


Hay un obstáculo frecuente en nuestra práctica psicoanalítica a la hora de abordar el deseo. Evoco aquí tres aspectos de ese problema: 

1) El paciente viene desganado; su interlocutor piensa “no tiene deseo”.

2) El paciente no logra concretar cierto anhelo; su interlocutor piensa "cuando lo logre habrá realizado el deseo".

3) Si el interlocutor se orienta con la idea de que "el deseo es el deseo del Otro", puede que entienda que eso significa, por ejemplo, que en "La La Land"  la protagonista desea lo que desea su tía (ser actriz).

Nos proponemos dos encuentros para ocuparnos de este obstáculo posible a la hora de interpretar el deseo, introduciendo así el valioso seminario VI de Lacan (“El deseo y su interpretación”). 
Lo haremos al modo de “Lacan con cine”, sirviéndonos de dos relatos:

“La La Land”, el film que pareció ganar el Oscar el año pasado, y “Alicia en el país de las maravillas” (wonderland)”, la obra abordada por Lacan en dicho seminario, en este caso abordada en el cine por Tim Burton. Cierto modo del “land” en esas obras será nuestro disparador para introducir la lectura de "El deseo y su interpretación".


Al fin y al cabo,
como solía decir Ricardo Rodríguez Ponte,
no estudiamos para tener la teoría en la cabeza al escuchar a un paciente.
Estudiamos para tener la cabeza cambiada por la teoría.



Coordina: 
Guillermo Cabado

Informes:
cabado@hotmail.com

Monday, January 01, 2018


¿QUIÉN NO HA DESEADO CRUZAR UN PUENTE?

(escrito en diciembre de 2004.
Material utilizado en 2007 para el proyecto "CUESTA"
intervención callejera en el puente de Ciudad de la Paz al 100
presentado para el VII Festival Internacional de Teatro de Buenos Aires) (1)

                                                                   
ANTES DEL RELATO, CLIC EN LA ANIMACIÓN:


Querrán palpar con sus propios ojos el extraño sitio del barrio de Belgrano en el que sucediera lo que estoy por contar. Verificar in situ la existencia de esos objetos. ¿Cómo culparlos?. Aguijoneado por la certeza de que para cada quien que llegue al final de este relato pasar por allí será un volver a pasar, estoy tentado de pedirles que al ir lo hagan de noche. La encrucijada en la que se evapora la calle Ciudad de la Paz, y con ella todo el barrio de Belgrano, no es la misma a la hora negra y azul. Y sé que para los espíritus despiertos, que a ellos les hablo, volver a pasar por lo mismo es vérselas con la grieta que se abre siempre en lo idéntico.
Por esos agujeros del cada vez lo mismo, se abisma lo nuevo. Y con ello el vértigo de lo incierto.
Las puertas agudas de lo por venir.

                                                    

Salí de Palermo en la búsqueda acostumbrada de restos que otros dejan en la calle por no hallarle valor de uso ni, menos que menos, de cambio. Fierros, maderas, formas raras de materiales inespecíficos, y así. Esos restos que en manos de otros nunca se sabe en qué podrán transformarse. Palermo se hizo Colegiales. Colegiales, Belgrano. Para entonces decidí el regreso con las manos vacías. Doblé por Ciudad de la Paz desandando camino. Quien haya pasado por allí sabe del puente que cruza por arriba de la vía del tren para desembocar en Dorrego, ahí mismo donde las calles cambian de nombre y nace Soler y con ella Palermo Viejo, ahora extrañamente llamado Hollywood por algún imbécil. Caminaba por la vereda derecha. El dato parece irrelevante, pero no lo es: es que la vereda derecha de Ciudad de la Paz no tiene destino. Quiero decir que se va angostando hasta desaparecer apretada contra la hilera de casas y el muro del puente que sube.



Precisamente en ese punto de fuga en que la vereda se borronea a la vista, me topé con un espectáculo inesperado: un enorme carrete improvisado como mesa, sobre ella restos de vela y una escultura de una cabeza. Al lado un montículo de basura y una silla desvencijada. Mientras me acercaba no supe si sería capaz de desarmar el montaje. Esos no eran restos arrojados a la calle sin valor de uso. No desde que estaban engarzados en una naturaleza muerta: el trabajo humano recordando la línea que nos separa de la inocencia cruda del mundo. Plusvalía pura.

No llegué. Treinta metros antes me topé con el ventanal de un pequeño restaurante rozándome el hombro. Vi sus mesitas irregulares, su decisión pop y un nombre irresistible: “Sifones y dragones”. Me di cuenta de que tenía hambre y un instante después lo olvidé. Es que sobre una de las paredes del restaurante había un cartel colgado que decía “¿quién no ha deseado cruzar un puente?”. Y retomé el camino, abandoné el montaje y crucé de vereda: en el puente el paso para peatones está sobre la izquierda. No sabía lo que iba a encontrar antes de llegar a él.


                                              
    * * * * *

(Quiero decir, por si acaso se arriesgan hasta allí, que después de cruzar el puente, yendo en la dirección que describo, hay un túnel de no más de cuatro metros de largo que perfora la base de la estructura, uniendo ambas veras. Algunos lo llaman “boca de lobo”. Allí en la penumbra y un rato después habría de encontrar a un hombre rodeado por unas pilas de libros y trastos viejos).


                                                        * * * * *

Crucé. Al ganar la izquierda en vez de encontrarme con otra vereda sin destino divisé la escalera para subir al puente. Sin embargo, extraña coincidencia en la que recién ahora reparo, otra vez algo me detuvo antes de llegar a ella. Bordeando el muro de la base del puente rumbo al primer escalón, vi una puerta blanca cerrada. Quien de ustedes vaya hasta ese sitio comprobará que no parece una puerta de calle sino más bien de interiores. Sin embargo tiene una cerradura tipo trábex. Lo extraño es que uno no imagina detrás de ese muro un espacio habitable sino los cimientos del puente. Sin embargo un pequeño cartel blanco, con letras negras, anuncia: “Restaurante invisible”. Y aún más, otro cartel blanco informa el menú con letras similares:    

                             Entrada
Mouse de aire de librería
Sopa de perlas y jabalí
Papas snack con riff de kiss
Caracoles en Salsa Spleen

                            Entremeces
Punk canapé de salame con dulce de leche
Granité de césped escocés y beso con rouge rojo

                             Platos
Pez blanco con salsa de neón rojo
Pato silvestre con nísperos y humo de pipa
Confit de cardos y ranas con sal de circo
Cabellos de ángel con espuma de ruido 

                             Postres
Helado de agua bendita y acero
Bananas con bronce trompeta y prusiana pana azul
Tradicionales diamantes en almíbar jorge de la vega
Guante de box recién peleado con frutillas y chanel nro 5

Café con syrup de telo
Bombones de chocolate blanco y perfume de juguete nuevo
Licor de fox trox

                                                                 * * * * *






Golpeé la puerta. Nadie abrió. Eso que sentía ya no era hambre, era deseo de pato silvestre con nísperos y humo de pipa. Esperé un rato. Volví a intentar. Nadie respondió. Entonces me di por vencido. Subí el puente, lo crucé, empecé a descender. Divisé a cincuenta metros Dorrego y la continuidad de los barrios. No deseaba otra cosa que ese menú. Al bajar el último escalón, como una sombra fantasmal percibí a mi derecha la boca del túnel que pasa bajo el puente y une ambas veras. Allí estaba el hombre. Me dijo: “¿probó el helado de agua bendita y acero?”. Cortó la hoja de un libro y me la extendió al modo de un repartidor de volantes. En la penumbra observé que en el margen había algo manuscrito. Le pregunté si él era el dueño del restaurante. 

- ¿Cuál? 

- El que sirve pato silvestre con nísperos y humo de pipa 

No respondió. 

Leí en la penumbra, era una página de “Elementos fundamentales para la crítica de la economía política” de Marx: “El capitalismo parte del supuesto de que la cantidad de tiempo de trabajo es el factor decisivo en la producción de riquezas. A medida de que la industria progrese, la creación de riquezas se volverá cada vez menos dependiente del tiempo de trabajo obrero y cada vez más dependiente de la ciencia aplicada a la producción”.

- Je, lea el agregado de mi puño y letra.



Leí: “¡¡Escrito en el siglo XIX!!. La lógica del sistema es inexorable”. Me dijo:

- Ésa era mi letra de hace quince años. Ya no me sale esa letrita grandilocuente de escribir palabras llenas: “política”, “agremiación”. Hace rato que están desnudas, ¿no es cierto?. Y ahora todos sabemos que no tenían nada adentro.

- Un gallo desplumado. Puede ser la suerte de cualquier palabra

Se enfureció: "¡y sin embargo militamos por ellas!"

- ¿Qué no hacemos por ellas?.- también podría haber hecho un comentario sobre la humedad, no podía pensar en otra cosa que en el pato, acaso por eso se me ocurrió lo del gallo

- Bueno, lleve que estoy ocupado.

Vi que la furia se le había evaporado entonces quise preguntarle, pero continuó:

- Imaginando fuentes de trabajo...

Hubo un silencio. Segundos interminables. Me miró impaciente (recién ahora lo noto). Al fin me decidí:

- ¿Cómo es el confit de cardos y ranas con sal de circo?

Respondió:

- E imaginando fuentes, imagino socios. El sistema tiene agujeros, y por esos agujeros arrojo los dados de mi apuesta, día tras día. Un día, otro día, otro día. Siempre igual. Allí está la diferencia.

Me llamó la atención: a pesar de su aspecto andrajoso había utilizado la “e”, precisamente para evitar la cacofonía con la “i” de imaginando.

                           
                                                                                                                         Guillermo Cabado
(diciembre de 2004)



 (1) El proyecto de intervención callejera fue diseñado junto con Cintia Miraglia y Pablo Estévez. Música de "La Todo Mal Orquesta"

Poco tiempo después de este proyecto la mencionada "boca de lobo" fue reemplazada por una desangelada oficina de un CPG. 
Aún así todo ese sitio mantiene su vieja atmósfera cuando se hace noche.